viernes, 7 de febrero de 2014

La World Wide Web desde el punto de vista de la vida lógica del alma.



Por Wolfgang Giegerich, 2001.

Artículo publicado en Technology and the Soul. From the Nuclear Bomb to the World Wide Web. Collected English Papers, vol. 2, Spring Journals, 2007.





Traducción de Helena HD y revisión de Abica.
Con gratitud al pensador por permitir la traducción y publicación de este artículo. 


La psicología se concibe usualmente como el estudio de lo que pasa "dentro" de la gente: sus sentimientos, emociones, impulsos, deseos, fantasías, ideas, reacciones. Desde este punto de vista, la emergencia de internet tendría que ser vista como un nuevo factor en la realidad externa, un cambio en nuestro entorno y la cuestión psicológica podría ser ¿cómo afecta este nuevo entorno en el modo en que sentimos, percibimos, pensamos y nos conducimos? La psicología podría estudiar qué es un uso ‘saludable’ de internet y dónde este uso comienza a tener la naturaleza de una adicción; podría estudiar hasta qué punto las nuevas formas de comunicación son liberadoras y con alma o posiblemente falsas, sustitutos abstractos de relaciones ‘reales’, o qué hace la emergencia de internet a la vida familiar así como al desarrollo de las facultades de la imaginación y concentración en los niños; podría incluso considerar si este nuevo medio podría hacer posible nuevas formas de terapia. La psicología entendida de este modo opera desde la oposición entre interior y exterior, sujeto y objeto, persona humana frente a realidad fáctica.


Pero la psicología también puede concebirse de forma muy diferente. Más que colocar al alma en un lado de esta oposición, podría ver al "alma" como lo que en la profundidad anima la forma particular que toma en cada gran situación histórica toda la relación entre el hombre y el mundo. Esto podría ser la radicalización de lo que C.G. Jung denominó "la psique objetiva" (que es en cierto sentido una contradicción en sus términos). El alma de la relación del mundo del hombre es la compleja lógica (viviente pero abstracta) que impera en esta relación y lo que llamamos, con una expresión aún mitológica, "el alma", puede ser conocida más precisamente como la vida lógica de "su" relación (del alma) consigo misma, "su" auto-expresión, "su" propia producción. Pongo "su", al igual que "alma" entre comillas para indicar que no debiera mitologizarse (hipostasiarse). Para esta concepción no hay una entidad llamada alma, de la que podría decirse que primero existe y sólo entonces también se expresa. Más bien, tenemos que elevarnos al desafío de la concepción auto-contradictoria que le permite al "alma" ser comprendida como el resultado de "su" auto-expresión y de "su" propia generación, dentro y a través de la cual llega a ser.




Esta relación consigo misma o auto-expresión como la cual el alma existe sufre cambios esenciales en la historia. Modificando el título de la temprana obra principal de Jung (Wandlungen and Sybole der Libido, [Transformaciones y símbolos de la libido] 1912) podríamos hablar, al respecto de esta historia, de "transformaciones y simbolizaciones de la vida lógica del alma" y con el término "transformaciones" (o metamorfosis) referirnos a los procesos de cambios en la forma de la propia relación del "alma", mientras que "simbolizaciones" se refiere a las formaciones particulares que resultan de estos cambios y en las que cristalizan o congelan, por así decir, distintos momentos concretos de este desarrollo histórico.


La siguiente discusión parte de esta segunda visión. Su ventaja es que nos libera del interés antropo-céntrico y personalista para el cual un fenómeno como el de internet es bueno o malo, un avance o un signo de la decadencia cultural, útil o peligroso. Más fundamentalmente, nos libera de la ilusión (aparentemente tan ‘natural’) de que el desarrollo tecnológico está y debiera estar esencialmente al servicio y para el beneficio de nosotros los humanos. El proyecto de la tecnología tiene sus propios fines inherentes y tenemos que servirla tanto o más de lo que ella nos sirve a nosotros. Los beneficios prácticos que los increíbles progresos, por ejemplo de la medicina moderna, les brinda a los individuos y la idea de que el mismo punto de la tecnología es un beneficio para nosotros, no son más que señuelos, por así decir, necesarios, para utilizar nuestras energías para el proyecto del progreso tecnológico y para estimular nuestro entusiasmo e inventiva. En sí mismos, los beneficios prácticos de la tecnología, así como sus efectos indeseados, en realidad tienen el estatus de productos derivados, efectos colaterales. De lo que trata realmente el gran opus del progreso tecnológico es de la profundización del conocimiento sobre la realidad, es decir, un aumento de la consciencia, así como de la transformación de hecho de la existencia humana en la dirección de un mayor grado de complejidad, diferenciación y logicidad. Por lo tanto, volviendo a internet, cómo nos sentimos acerca de ello, qué pueda posiblemente hacerle a los individuos y a la sociedad humana a gran escala y cuál sea la relación ética adecuada con ello no tiene que preocuparnos. Tales preguntas, tan importantes para lo que en psicología se llama "el ego", en otras palabras, para la mentalidad cotidiana y para la preocupación de la supervivencia en el sentido más amplio de la palabra, pueden ser dejadas atrás. En cambio podríamos simplemente tomar internet y la World Wide Web como phainomena en los cuales "el alma" habla acerca de sí misma, hace algo con o para sí misma y se despliega en el estadio particular que ha alcanzado en el lugar presente en la historia. Lo que dijo Jung acerca de los mitos, los cuentos de hadas y los sueños, esto es, que en ellos "el alma habla acerca de sí misma, y los arquetipos se revelan en su intercambio natural, como ‘formación, transformación / la eterna recreación de la mente eterna’", (1) mutatis mutantis también se aplica a internet. Y el mirar estrecha y profundamente a la World Wide Web puede enseñarnos acerca de la constitución de la lógica de nuestra relación con el mundo, el estado presente de la vida lógica del alma en la cual estamos situados.

La emergencia del "interior"


La primera característica de internet a examinar es que es imaginada—se imagina a sí misma—como una "red". La imagen de la red es reminiscente de la telaraña e implica que estamos rodeados por todos lados por la Web y que nos encontramos en ella. Vivir con la World Wide Web equivale a un cambio revolucionario en la orientación esencial del hombre en el mundo sobre nuestra orientación predominante heredada. Para apreciar esta reversión fundamental y verla en su contexto he de volver un poco atrás en la historia.


Desde los tiempos tempranos hasta el siglo XVIII la orientación básica del hombre ha sido hacia fuera. El alma del chamán dejó su cuerpo y se alejó en un viaje hacia el cosmos, a las estrellas más lejanas; durante la edad en la que el mito y el ritual gobernaron el ser-en-el-mundo del hombre, el hombre miró esencialmente fuera a la naturaleza. En ello tenía su vida espiritual, psicológica, porque estaba animada por dioses y espíritus; o, más bien, los fenómenos naturales eran su encarnación. Y así como los niños miran hacia arriba a sus padres, así el hombre miró fuera a la naturaleza y hacia arriba a los dioses ya que se comprendió a sí mismo como el hijo de la Madre Naturaleza y en último término como descendiente de dioses particulares. De forma similar, en una época posterior, en la religión cristiana y a través de la gran tradición metafísica de Occidente (onto-teo-logía) desde, por ejemplo, Heráclito a Hegel, el hombre miró hacia arriba a Dios, al lógos eôn ("el logos existente", Heráclito), al Absoluto, sin embargo, en períodos históricos diferentes y en formas distintas. Esta postura mental correspondía a la situación económica esencial predominante, la artesanía como modo de producción (y más tarde la manufactura).


Sin embargo, al inicio del siglo XIX, con la filosofía de Hegel, el proyecto de la metafísica había sido llevado a su cumplimiento final. La metafísica había conseguido el estado de haber sido completamente explicada en detalle, de haberse vuelto completamente translúcida a sí misma y así cumplió su noción, la noción de explicar la "luz natural de la razón". Al mismo tiempo, de este modo, liberó fuera a la consciencia de su contención en el conocimiento metafísico hacia dentro de un nuevo pensamiento "mundano", que por definición está en oposición constante con la metafísica. Este nuevo pensamiento es el de Schopenhauer, Feuerbach, Kierkegaard, Marx, Nietzsche, y así hasta el día de hoy. (2) En el plano económico práctico este cambio mental en alto grado abstracto (la ruptura radical con la onto-teo-logía) se expresó a sí mismo en la transición revolucionaria de la artesanía y la manufactura al modo industrial de producción, anunciado por la invención de James Watt en 1784 de su segundo motor, con corriente de doble efecto, un motor de potencia que, en contraste con las obras impulsadas por el viento o el agua, crea su fuerza motriz interna y exclusivamente bajo el control humano y se puede aplicar universalmente (relativamente) independientemente de las condiciones naturales locales (3): La ruptura con la onto-teo-logía fue equivalente a la emancipación del hombre de la naturaleza. La consciencia humana se había elevado por encima de la naturaleza; el hombre había superado su estatus de niño en el que se encontraba frente a ella. La naturaleza, una vez una diosa madre, y más tarde en la lógica filosófica el paradigma de toda creatividad (producción), fue en la realidad práctica reducida a una mera fuente de materias primas muertas, absolutamente carentes de sentido, materias primas a ser explotadas tecnológicamente ad líbitum, y al mismo tiempo, en la esfera del sentimiento subjetivo, se volvió romántica, nostálgicamente transfigurada (lo cual es tanto un resultado como la verificación contante de su obsolescencia lógica).


A esta situación de "desencantamiento de la naturaleza" (Max Weber), de pérdida de significado y de surgimiento del nihilismo, la psicología profunda respondió al comienzo del siglo XX invirtiendo nuestra orientación fundamental. El mundo natural por ahí y el cielo por arriba—esto había quedado claro por ahora—habían tenido que ser dejados de lado por las ciencias y la tecnología de una vez por todas. Ya no podrían obtener de ellos un sentido de significado. Ahora, se nos dijo, era necesario a su vez el interior ("introspección"), para buscar en nuestro inconsciente, nuestros sueños, nuestros recuerdos personales ocultos, no sólo para liberarnos de nuestros complejos neuróticos, sino también (esto fue sobre todo la contribución de Jung) para encontrar un significado profundo en el alma. El inconsciente era, según Jung enseñó, creativo: producía símbolos saturados de significado, y en el inconsciente finalmente se podía encontrar el Sí-Mismo [Self] o la imagen de Dios en el alma. Sin embargo, al igual que Dios, no sólo fue una fuente a la que nuestra esperanza pudiera recurrir, sino también una fuente de miedo: "ahora sentimos que el mayor enemigo que nos amenaza, no viene del exterior, sino desde adentro". (4) La introspección como la orientación fundamentalmente nueva del hombre del siglo XX, era tanto un medio para rescatar un sentido de la antigua Madre Naturaleza creativa-destructiva, la divina, la absoluta, así como para crear un asilo para ella. El inconsciente, nuestro interior, no es otra cosa que la interiorización de lo que en realidad se había vuelto obsoleto.

"Externalización"


Después de esta excursión histórica tenemos los antecedentes necesarios para apreciar el cambio revolucionario producido por Internet. Ahora nuestra orientación fundamental tiene que ir de nuevo hacia afuera, es más, ya va hacia el exterior, e inevitablemente es así, independientemente de nuestras inclinaciones subjetivas. En lugar de buscar dentro de nosotros mismos, tenemos que "iniciar sesión" en la Web. El inconsciente solía estar en nosotros; éramos sus vasijas circundantes. Para Internet, para los ordenadores y los teléfonos móviles, nosotros no somos más que la interfaz humana; somos sus anexos. Una indicación (ambas simbólicas y literales) de la orientación de hoy hacia el exterior es la posición (para nuestra típica era) de las personas frente a un televisor o a un ordenador mirando la pantalla (en contraste con la introspección buscando dentro). El lugar de la vida real, en donde late el corazón de la sociedad, el lugar del "alma", está ahí afuera, "detrás" de la pantalla, en la Web, ya no en nosotros. En nosotros mismos sólo encontramos el alma subjetiva, nuestros sentimientos y fantasías personales, no lo que Jung denominó lo "objetivo", "transpersonal" o la psique "autónoma" (que, sin embargo, aún la había tratado de localizar en el individuo). La Web es realmente transpersonal, en gran medida independiente del individuo.


Vivimos (cada vez más y más) en la Web, no en nosotros mismos, en nuestro cuerpo o en la realidad. La Web no está sólo alrededor nuestro, constantemente también nos envolvemos en su información e imágenes cuando accedemos a la Web, y sólo así, al iniciar sesión y envolviéndola en nosotros mismos, la Web es confirmada y mantenida, es realmente la Web en el primer lugar.


Una fantasía dominante hoy en día es la de la "inteligencia artificial". A pesar de que la realización práctica de esta fantasía es aún muy pobre (y tal vez imposible), su existencia es otra indicación de la inversión real de nuestra orientación. (La orientación es revelada por la fantasía de la "inteligencia artificial", como si ya se hubiera convertido en una realidad técnica.) Al igual que en el pensamiento metafísico tradicional, en el cual la inteligencia fue considerada principalmente como un atributo de Dios y sólo secundariamente también ocurría en los seres humanos, así, en la idea de la inteligencia artificial de nuevo notamos una fuerte tendencia a eliminar la noción de inteligencia de su confinamiento en el individuo como uno de sus atributos y a darle un lugar en el mundo objetivo ahí afuera y como una realidad autónoma. Cada vez más nuestros aparatos, máquinas y armas modernas se están volviendo (de tipo) "inteligentes", mostrando claramente el desplazamiento de la idea de inteligencia desde el interior de la persona a las cosas. Y es un sueño colectivo conectar todos estos aparatos inteligentes a través de la Web, con el fin de poder acceder a ellos desde cualquier lugar.


La primera conclusión que podemos extraer de estas observaciones es que la era de la psicología, de la psicología profunda, de la introspección, se ha terminado. Su tiempo parece haber sido sólo un breve interludio histórico. Ya no hay más "interior". El inconsciente no es más el lugar del misterio. El "alma", el Sí-Mismo, el lugar de la acción fundamental, de la "profundidad" y el misterio están completamente externalizados, se encuentran ahí afuera en la Web y ya no más en nosotros. El individuo es una realidad obsoleta, del pasado.


Estas afirmaciones deben ser explicadas. Al decir que el individuo está obsoleto no afirmo, por supuesto, que ya no existe. La afirmación no es una afirmación empírica de un hecho positivo, sino (psico-)lógica. Lo que quiero decir es que el individuo ha perdido su significado esencial. Está obsoleto en todos los aspectos fundamentales. Del mismo modo, todavía tenemos nuestro interior, aún podemos explorar nuestro inconsciente y practicar la introspección. Aún soñamos. Y en el inconsciente todavía podemos descubrir grandes misterios. La gente también puede, como antes, aventurarse en el camino del auto-desarrollo, de la propia búsqueda y convertirse en Sí-Mismo. Pero tiene que darse cuenta que todas estas actividades y todo lo que se pueda extraer de ellas, lógicamente ya no están más al día. En cuanto a su mayor determinación se refiere están obsoletas, desconectadas del lugar donde la "acción real" está hoy. Sólo tienen el estatus de una actividad de pasatiempo. Para la experiencia del sentimiento subjetivo, los misterios y las imágenes de la imaginación inconsciente todavía pueden ser impresionantes y gratificantes, pero tienen su lugar lógico sólo en la esfera ociosa, segregada de la vida real, son parte de lo privado, del entretenimiento personal (aunque uno más "noble", del tipo de entretenimiento que normalmente se conoce como tal).


En cierto modo hoy estamos volviendo a una situación similar a la del momento del mito (y en menor medida a la metafísica). Durante aquella época, el hombre tampoco vivía en la realidad positiva, desnuda, en la naturaleza, en su cuerpo—como el siglo psicológico solía imaginar—, sino arropado en una especie de "red", es decir, en el mito. Toda la naturaleza, la realidad física, incluyendo su propio cuerpo, estaban envueltos en imágenes míticas (e ideas metafísicas). El mito era una "red" de imágenes invisibles que envolvía a cada persona, cosa o acontecimiento. La Web de hoy es una especie de equivalente moderno.

Enajenación de la imagen y del sustrato material el uno del otro


Al traer la situación del mito y de la Word Wide Web tan cerca la una de la otra, también nos damos cuenta inmediatamente de las diferencias fundamentales entre ellos. El mito era de una naturaleza imaginal, poética. Incluso si versaba sobre fenómenos reales, visibles, sobre árboles, arroyos, montañas, vientos, relámpagos, sol y luna, sin embargo, eran propiedad inalienable de la mente. Las figuras míticas eran vistas y experimentadas en cosas y acontecimientos naturales; pero no estaban, como hechos positivos, en aquellas cosas, sino más bien, como imágenes poéticas, en el (estilo de) ver y experimentar. La información y las imágenes en el mundo de la comunicación, en nuestro presente y futuro cercano, ya no son más los bienes inmateriales de la mente. Sin duda, también necesitan la "interfaz humana" para llegar a la vida. Pero ello es secundario. Ante todo y en sí mismas tienen su propia existencia positiva, física, en algún servidor. Se encuentran en el estatus de hechos positivos: tecnológicos, objetivados (bits y bytes) y materializados (de pago). Como tales, están esencialmente "allí afuera", externalizados, eliminados de la mente humana y de su pensamiento y experimentación efectivos. El procesamiento de las imágenes y de la información hoy en día se realiza fuera y enfrente de la mente, es decir, realizando esta operación en la pantalla del ordenador y en el mismo objeto (mensaje o imagen) materializado, mediante la manipulación de algunos bits en los medios electrónicos. Esta es una manera posterior y d,iferente en la que el "interior" cede el paso (en este caso, el interior como la interioridad de la mente, como una realidad mental o imaginal, no como una localidad).


Aquí se podría objetar, que el escultor o el pintor de la antigüedad hacían exactamente lo mismo. ¿Acaso no procesaron también la imagen en el objeto material enfrente de ellos, alterándola? Sí y no. Por supuesto,  trabajaban con objetos materiales, piedra o madera y tela y pinturas. Pero, y esto es esencial, al trabajar con ellos, trabajaban sobre lo inmaterial, la imagen mental, no con datos digitales, una serie de ceros y unos. Las pinturas y las formas con las que el artista trabajó eran en sí mismas imaginales, inmediatamente significativas y expresaban sentimientos y valores de la realidad. Al cambiar los colores o el diseño en su pintura, el pintor ya trabajaba con significados (encarnados) y con formas imaginales; no se limitaba a trabajar con el sustrato material (pigmentos y aceites) como hecho positivo. Desde el principio, los materiales utilizados en la creación de la pintura (las pinturas) eran expresivos, y por lo tanto "simbólicos", eran la unidad de ser material, sensual e intelectualmente presentes.


Este no es el caso con los datos electrónicos que forman una "imagen". Un ejemplo podría ser el de las imágenes de la Tierra enviadas desde satélites. Como la serie monótona de ceros y unos en la cual ellas llegan, en sí mismas carecen completamente de sentido, son abstractas, no son imagen en absoluto. Cualquier significado o calidad de imagen (colores, ilusión de tres dimensiones, etc.) que posteriormente se nos presenta en varios sitios web  han sido asignados secundaria y arbitrariamente. Es el resultado del trabajo de procesamiento de algunos algoritmos traducir lo irrepresentable e inconcebible en una forma visual. Para la naturaleza de la imagen esto significa que ahora fundamentalmente sólo es la simulación de una imagen, todo significado es la simulación de significado, una simulación para el beneficio de la "interfaz humana". La imagen, como se nos aparece en la pantalla y habla a nuestros sentidos, sentimiento y entendimiento, está flotando libremente, encerrada en sí misma, a su propio servicio: separada de su sustrato. Un abismo radical la separa de los datos electrónicos que  subyacen sin imagen. Para el caso de las imágenes que aparecen en Internet, la conexión inmediata que una vez existió entre la imagen y los materiales que la componen, como en la pintura, se ha roto. En cierto modo, la relación de la imagen y su sustrato es como la de un "adhesivo" y la superficie sobre la que se fija. La imagen ha perdido su inocencia, pero también ha obtenido intrínseca y absoluta independencia por sí misma en contra de su propia realidad material efectiva.

Materialización y logicización


Con este análisis hemos llegado a una situación muy curiosa y compleja, de hecho una contradicción en sí misma. La nueva imagen que pertenece a Internet está por un lado totalmente externalizada. La mente la ha desheredado, se ha despojado de ella, delegándola totalmente a, o "hundiéndola" en, la realidad material (física) de los procesos electrónicos, los medios magnéticos de almacenamiento, etc., que por definición carecen absolutamente de imagen y de sentido. Por otro lado, sin embargo, la imagen es y tiene que ser completamente independiente y auto-suficiente de cara a su realidad material efectiva, porque sólo de esta forma, sólo librándose de su sustrato es imagen en el sentido actual en primer lugar. La imagen es decididamente inmaterial, incluso anti-material, dentro de sí misma lógicamente niega, y empuja hacia afuera,  su propia base material. Esta "cosa" que flota libremente es de naturaleza ideal. Es "mental", "espiritual".


Para esto hay que añadir otra observación. La base material, lógicamente negada por la imagen para que pueda alcanzar su idealidad estricta o la naturaleza de la imagen, es ya de por sí "espiritualizada": software, no hardware, no de acero, piedra, madera, papel, etc. En el lenguaje de la tradición esotérica podríamos decir que aquí la materia ha obtenido la condición de "cuerpo sutil". Ha sido alquímicamente refinada, sublimada.  En este sentido, ¿no es acaso la digitalización una desmembración total, de hecho, la pulverización del "cuerpo"? Los medios electrónicos y magnéticos y, más aún, las transmisiones completamente inalámbricas mediante rayos infrarrojos o satélites, moviéndose a la velocidad de la luz, son la forma en que la realidad material llega, tan cerca como puede, a la mente o al espíritu. Según Shelling (5), la luz es lo ideal o lo espiritual en la naturaleza, un análogo para la mente en el mundo extendido. Es algo intelectual (ein Geistiges), pero algo intelectual puesto objetivamente (ein objektiv gesetztes Geistiges). Es ideal y real a la vez. La mente o el intelecto no tiene que ser subjetivo, ocurriendo exclusivamente como una actividad mental humana.


Con esta idea en mente, estamos en condiciones de comprender la naturaleza contradictoria del movimiento de externalización que hemos señalado. Despojándose a sí misma (en el sentido de kénôsis, de un "vaciado", Fil. 2:7) de lo que solía ser su propiedad inalienable y en su lugar "hundirse" esta última en la realidad material de la electrónica, la mente se libera de su esclavitud en nuestra subjetividad personalista para llegar al estado objetivo, "real", de existencia "autónoma" en frente nuestro, y en gran medida independiente de nosotros. Sin embargo, esta materialización no quiere decir que perdió su carácter mental. Por el contrario, a través de este flujo de la mente, la materia ha sido en cambio sublimada, vaporizada, destilada y, por lo tanto, espiritualizada en un alto grado. Así la mente y la materia intercambiaron sus naturalezas. La mente tomó la objetividad y la existencia independiente de la materia, la materia la sutileza y la invisibilidad de la mente. Se trata de un doble movimiento: la encarnación del logos ("el Verbo se hizo carne") y la logicización de la materia.

Indiferencia, inmunidad, abstracción: simulación


Este movimiento, en tanto kénôsis, tiene por supuesto consecuencias para el sujeto humano en su subjetividad. El sujeto no está implicado en ello, aunque sin duda sí afectado por ello: es dejado atrás, con las manos vacías y lógicamente desempleado, porque la mente subjetiva o el espíritu ha sido abandonado por la mente misma y por lo tanto sólo existe en el estado de una cáscara vacía o de una piel de serpiente seca desechada por la serpiente que una vez la animó. Aquí entra en juego lo que hemos aprendido sobre el estado de la imagen tal como aparece en el mundo de Internet. Dijimos que la imagen flota libremente, que es sólo la simulación de una imagen, separada de, y dentro de sí misma vuelta en contra de su sustrato material. Como tal, es precisamente esta cáscara vacía o piel muerta abandonada por el espíritu o el significado que, de acuerdo a nuestras expectativas tradicionales, debería (y una vez lo hizo) animarla.


Internet es absolutamente indiferente a las imágenes o ideas que se presentan en él. Ya sean mitos antiguos, sublimes ideas filosóficas, grandes obras de arte, o pornografía, instrucciones a posibles terroristas de cómo construir bombas, trivialidades, ideas descabelladas, manifiestos racistas—Internet en principio está abierto a cualquier cosa porque no es más que un medio, un facilitador, sin ningún carácter cualitativo propio. Y su indiferencia es apropiada, ya que las imágenes o ideas ya no son (como lo fueron en la imagen mítica) expresivas de su sustrato ni un reflejo del lugar específico donde aparecen. Medio (Internet) y contenido (información, imagen o idea) se corresponden mutuamente y completamente en su alienación e inmunidad el uno del otro. De esta manera, Internet es el sucesor del anterior fenómeno del museo en un nivel superior, sublimado. Es su perfeccionamiento. Ya el museo era absolutamente indiferente a los elementos colocados en el. Y estos elementos (cuadros, esculturas, artefactos) habían sido cruelmente sacados de su contexto intrínseco y específico: iglesias, templos, tumbas, pirámides, casas ceremoniales, así como rituales realizados y tradiciones vivas. Por este medio fueron transformados al estatus de lo abstracto, en el sentido moderno de la imagen libremente flotando. Los museos, sin embargo, todavía están vinculados a lugares geográficos concretos, y son construcciones sólidas. Internet está mucho más sublimada, es mucho más espiritual, en tanto que también está libre de la materialidad pesada y de la limitación de estar inserta en un lugar determinado. Está en ningún lugar (topos), fundamentalmente no tiene fronteras: es un simple medio. El medio es el lugar que dentro de sí mismo, lógicamente, niega su carácter de lugar, es decir, todas aquellas cualidades específicas, toda determinación que tiene un lugar real. Y, como tal, es el "lugar" apropiado para la imagen o idea abstracta, absolutamente descontextualizada. Ya no tiene nada de especial que un estudiante en una universidad estadounidense, durante su estadía en una ciudad europea, tome su examen oral—mediante video conferencia: en el ciberespacio—mientras sus profesores están en la universidad del otro lado del Atlántico.


Una vez que la imagen o el contenido se ha vuelto esencialmente abstracto (abstraído del arraigo en un lugar particular y de la tradición local), también debe ser abstracto con respecto al sujeto humano. Este último como "receptor" es ahora lógicamente tan indiferente a la imagen y, en principio, abierto a cualquier cosa, tal como lo es Internet como "proveedor". No hay conexión intrínseca entre un contenido y la impresión que éste causa en el individuo, la apreciación o el sentido de convicción que evoca en él. El poder de convicción no es inherente a la imagen moderna en sí misma (como lo habían sido durante miles de años, por ejemplo, las imágenes religiosas en los templos o iglesias). El contenido, la opinión, o la imagen que un individuo "compre" o no "compre", es arbitrario. Sólo depende de factores contingentes ajenos. En principio, sin embargo, el sujeto humano es tanto como un "muro blanco" y abierto a cualquier cosa como lo es Internet. La consciencia humana está fundamentalmente desvinculada de los contenidos que vienen a ella,  inalcanzable e inmune a ellos porque (esto es simplemente la otra cara de la misma moneda) la imagen o la idea es autónoma y auto-contenida (su significado e importancia están absolutamente encerrados dentro de sí). Por lo tanto la imagen/idea es para nosotros, desde el punto de vista de nuestro sentimiento humano (ego), esencialmente carente de significado. Ahora tiene el estatus de un producto de consumo, y es por eso que tenemos que "comprarla" (o podemos negarnos a "comprarla"). Es intercambiable, al igual que las distintas marcas de pasta de dientes en un supermercado. Ya no nos habla ni nos llega por su propia cuenta; ya no convence en silencio, como la simple expresión de la verdad interior de un pueblo en una situación histórica dada. Más bien, es como las drogas, un medio para un fin, un mero estimulante para los sentidos y emociones, así como para nuestra sed de un sistema de creencias. Pero para que el contenido de las imágenes se convirtiera en un sistema de creencias, en otras palabras, con el fin de dar credibilidad a la consciencia personal y transportarla al estado de convencimiento, es necesario un "pegamento" adicional para compensar la falta de evidencia natural y de autoridad: un esfuerzo subjetivo para afirmar que ésta es la verdad universal y exclusiva, y para mantenerla constantemente como tal. Esta es la razón por la cual hoy tenemos fundamentalismos y por la cual los sistemas de creencias inevitablemente tienen el estatus de ideologías en el sentido peyorativo de la palabra (en nuestro tiempo, incluso las religiones tradicionales, sin saberlo, han degenerado en mera ideología; las religiones ya no son más la expresión de la verdad interior de la vida realmente vivida de un pueblo; hoy, son el asunto privado de cada persona individual. Cada persona es la única responsable de su propio "sentido de la vida", una privatización que necesariamente le da a cada convicción personal el estatus de algo arbitrario. Su contraparte es el "todo vale").


Durante mucho tiempo fue posible considerar las fotografías como documentos, pruebas. Seguramente, podían estar retocadas, pero esa sólo era la excepción que confirmaba la regla, y por lo general dejaba señales. Ahora, con la imagen digitalizada, la capacidad de ser "falsa" (manipulada) ha sido "integrada" en la naturaleza o en la definición de la propia imagen, de modo que la manipulación actual ya no puede ser considerada un acto de violencia a la imagen. La imagen ahora es sólo imagen, espectáculo, auto-exhibición. Por lo tanto, la "original" y la "falsa" son igualmente válidas. Estos dos términos han perdido su significado. La noción de "verdad" en contraste con la de ficción ya no tiene sentido. Las dos son indistinguibles. Este hecho ilustra perfectamente la naturaleza abstracta de la imagen de hoy. Es autónoma. Ya no es expresión de algo, no tiene un referente externo. Es sólo auto-expresiva, auto-referencial: encerrada en sí misma. Por esta razón también puede ser instrumentalizada y empleada para todo tipo de fines ajenos, y por ello necesita esencialmente de propagación y publicidad, ya que una relación entre ésta y el sujeto humano debe ser fabricada. Digo "fabricada" porque establecer tal relación artificial requiere profesionales altamente capacitados y es el trabajo de industrias gigantes, la industria de la publicidad y los medios de comunicación.


En el mejor de los casos, las ideologías y las imágenes actuales vienen con ese tipo de autoridad que es fundamentalmente la simulación (real) de la autoridad, la simulación (real) de la convicción o creencia. Si la convicción tiene el estatus de una simulación, entonces al igual que la imagen, también tiene el carácter de un espectáculo auto-suficiente, de presentación y exhibición propias. Es importante que esto no se entienda como el espectáculo de la persona creyente, como si se tratara de un deseo subjetivo de su parte "montar un espectáculo" que creer. Esto no es en absoluto lo que estoy sugiriendo. La persona está realmente convencida, pero esta convicción tiene en sí misma, lógicamente, objetivamente, el carácter de una simulación, un espectáculo, porque en realidad no es la imagen o la idea lo que es convincente. La imagen o la idea por un lado y la convicción del sujeto por el otro no se tocan. Ambos permanecen virginalmente intactos, cada uno en su lado. La imagen o la idea se reserva a sí misma, a pesar de que la convicción diga que trata de ella. En la misma medida, la convicción, también, está encerrada en sí misma, fundamentalmente desvinculada de los contenidos sobre los que versa; es sólo un estado emocional de la persona. El contenido es arbitrario, contingente. Sólo sirve como disparador o como combustible para un estado emocional. En tanto la imagen no tiene un referente, la convicción no es el resultado de nuestro ser alcanzado y convencido por la imagen o la idea misma (por su verdad intrínseca). La persona es alcanzada sólo por el packaging de los contenidos: la publicidad a través de la cual se ha vendido. Aquí, simulación, no significa que la convicción no existió realmente, que fue deshonesta, fingida, sino que el vínculo de necesidad entre la mente subjetiva y la imagen/idea implícita en la propia convicción es simulado. En otras palabras, "simulación" no está usada como un juicio moral sobre una conducta subjetiva, sino como la descripción de una cualidad objetiva. La palabra está usada como en la jerga tecnológica (por ejemplo, "simulador de vuelo"), no como en la medicina.


Internet, la imagen o el contenido y la convicción del sujeto están alienados, inmunizados el uno contra el otro. Tenemos que agregar un cuarto candidato, la persona humana misma, el individuo. El nuevo individuo está alienado de su convicción, o para decirlo al revés, como persona pensante o con sentimientos, el individuo es eliminado de su propia individualidad, del alma, de su ser más íntimo. El individuo existe como la negación continua, dentro de sí mismo, de su propia individualidad. Su "alma" es en principio inaccesible a la propia persona; el individuo le da la espalda a su "propia individualidad". Existe sólo como su propio packaging. El packaging como el cual la persona existe tiene dos aspectos; implica no sólo embalar la propia individualidad a distancia (de uno mismo), sino también la exhibición de uno mismo. La individualidad es hoy individualidad esencialmente simulada: auto-estilización, exhibición, moda, diseño. Sobre todo los deportistas de élite de hoy muestran cómo la persona se ha transformado en una especie de valla publicitaria que muestra todo tipo de publicidad. Nuestra esencia está en la superficie, en los tatuajes del cuerpo y en los piercings, en la ropa de diseño y en sus etiquetas ostentosas, en los botones que uno lleva y en las pegatinas del coche, en la propia auto-exhibición como en ciertos programas de televisión. Esto revela que ser modelo de pasarela se considera una profesión de ensueño. Una vez más, vemos: el lugar del alma y del Sí-Mismo, así como del significado, ya no está más adentro del individuo. Está completamente afuera, en la esfera pública, a la vista.


De la misma manera, la imagen moderna en tanto simulación de la imagen significa que la imagen es reducida a un tipo de packaging exterior que esconde y encierra su sustancia y verdad interior. Dentro de sí misma, la imagen niega lógicamente su propia sustancia, se vuelve contra ella. Ahora es completa presentación, exhibición, sin ser realmente la presentación de alguna sustancia o profundidad imaginal. La imagen dentro de sí misma quema su sustancia imaginal en el proceso y con el propósito de su completa auto-presentación. Utiliza su sustancia como combustible. (6) La imagen moderna es esencialmente imagen en el sentido de relaciones públicas. "Presentación" es una de las grandes palabras de nuestra época. Cada "programa de office" para los ordenadores de hoy viene con el software de presentación. Los programas de autoedición se supone que permiten a todo el mundo crear documentos fantásticos. Una gran cantidad de esfuerzo va en la colorida presentación de las personas y las páginas de las empresas en la Web, con todo tipo de imágenes, trucos técnicos, animaciones, etc. La mayoría de las veces, la sofisticación técnica de la forma de presentación contrasta sorprendentemente con la pobreza de los contenidos presentados. No hay en nuestro tiempo ningún esfuerzo equivalente en relación con la sustancia que se presenta. La pregunta por la calidad y profundidad de los contenidos que se quiere presentar y si, de hecho, uno tiene algo en primer lugar que valdría la pena presentar, simplemente no se pregunta.


Ahora, todo esto no debe interpretarse como un error. Tiene un propósito; es el telos inherente de la lógica de informar en la sociedad de la información. El lema implícito es, "la presentación por la presentación misma". La fascinación de hoy es con la forma. Presentación ya no significa "manifestación", por no hablar de "epifanía". Ya no se refiere realmente a la presencia de algo (algo de verdad, una realidad arquetipal). Es decir, ya no es mítico, gnoseológico, con el objetivo de un saber, con un significado, un concepto. Ahora es funcional. Su objetivo está exclusivamente en la intensidad de la impresión que causa, la intensidad de la excitación y la estimulación de los sentidos y las emociones que evoca o, a veces, en el poder sugestivo de la vaga sensación de "significado" que ésta proporciona y de las asociaciones sin compromiso que incita. Hoy cuenta el grado (de las impresiones), y no qué es lo que la impresión hace. Tanto en la publicidad como en la vida pública (por ejemplo, en los programas de televisión), podemos ver que lo absolutamente tonto, lo feo, lo indigno es valorado tanto como su opuesto. ¿Cómo es posible esto? Porque la presentación no implica presencia, sólo estímulo.

Más de un centenar de años atrás, Nietzsche predijo esta situación y describió su lógica. "Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿Qué mundo ha quedado? ¿Acaso el mundo aparente [scheinbare]? ... ¡No! ¡Al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente!" (7)


No es suficiente negar el "mundo verdadero" para declarar que el mundo como tal es meramente "apariencia". Sólo si la idea de lo "meramente aparente" es totalmente superada la idea del "mundo verdadero" también se supera. En tanto nuestro pensamiento interpreta el mundo como solamente aparente, se adhiere y confirma la idea del "mundo verdadero" como el estándar desde el cual sólo puede ser hecha la evaluación del mundo como meramente aparente. La apariencia tiene que ser liberada de su cautividad por su opuesto (la cosa-en-sí, verdad, validez, autoridad) y así convertirse en absoluto, un juego libre de imágenes absolutamente sin sentido ni fuerza vinculante. La imagen de hoy es absoluto "packaging"—absoluto, porque el envoltorio se ha emancipado completamente del "contenido" como tal. Pura simulación.


La imagen en el mito y en los contextos culturales tradicionales apuntaba hacia atrás, a lo que había "detrás" de ella y se manifestaba en ella. Era "expresiva". Ahora la imagen está sólo orientada "hacia adelante", hacia el espectador. En tanto packaging emancipado, es intrínsecamente instrumental; su naturaleza es tener una función, evocar, estimular o, a veces, llamar a la acción. "Impresionante". La imagen de hoy es sólo imagen en el (y en virtud del) impacto que tiene, y puede tener este impacto intrínseco porque dentro de sí subla lógicamente su propio contenido, lo quema como combustible o lo destila alquímicamente en la forma sublimada de energía pura a fin de que pueda ser utilizada (8) como el poder de ser emocionalmente eficaz o impresionante.


Debido a esta estructura lógica, la nueva imagen (y con ella la existencia humana en su conjunto) está completamente agotada de significado. La nueva imagen es en realidad diametralmente opuesta a la anterior, aunque abstractamente, en algunos aspectos formales, a veces es muy similar a la imagen mítica o poética y por esta razón con frecuencia se confunde con ella. La imagen que pertenece al mundo de Internet significa el fin absoluto de la mitología, la religión, del "significado de la vida". (9) Buscar aún el significado, buscar la "profundidad", buscar el fundamento mítico, religioso o metafísico de la vida es simplemente un malentendido—a menos que sea un auto-engaño deliberado y obstinado. El anhelo de una "profundidad" del ser es el propio aferre a la distinción entre profundidad y superficie, interior y exterior, "mundo verdadero" y "mundo aparente", una distinción que durante doscientos años ha sido históricamente reemplazada en favor de la presentación absoluta y comprendida y expresada en la obra de Nietzsche como habiendo sido reemplazada. El sentido de la frase "el significado de la vida" se ha evaporado.

El juego de los abalorios


Lo que he dicho acerca de la naturaleza de la nueva imagen se corresponde de alguna manera a la visión que Hermann Hesse retrató como El Juego de los abalorios en su novela del mismo título. Internet puede ser comprendido como El juego de los abalorios hecho realidad. Este juego es un "juego con todos los contenidos y valores de nuestra cultura". Sin embargo, como su nombre lo indica, con el contenido en forma (metafórica, no literal) de "cuentas de vidrio". Las cuentas de vidrio son artículos brillantes, coloridos, notoriamente baratos. No son expresión de ningún contenido ni de ninguna profundidad interior de significado. Las cuentas de vidrio son su brillo colorido. Además, no tienen ningún valor interior, como tenía, por ejemplo, la "perla de gran valor" que en la Biblia "el mercader" había encontrado y que le hizo vender todas sus posesiones para poder comprarla (Mateo 13:45 f.). Aquella perla simbolizaba el reino de los cielos. En la idea del Juego de los abalorios, Hesse imagina todos los contenidos y valores de nuestra tradición cultural transformados en un estado de sublación, sublimación, evaporación completa, es decir, totalmente estetizados, traducidos en la apariencia absoluta de Nietzsche o en lo que he llamado packaging emancipado, pura exhibición. Potencialmente, de acuerdo con su telos inherente, Internet es la colección en sí misma, como un tesoro enorme, de todos los contenidos del conocimiento humano y la cultura, del pasado y del presente. Y es la congregación de estos contenidos "preciosos" sólo en la forma de "cuentas de vidrio", pura simulación, presentación, exhibición, imagen, información.


En contraste con la visión de Hesse, sin embargo, Internet no tiene un Magister Ludi, una mente maestra. (10) Esto es esencial, puesto que no tiene centro, ni jerarquía. Es realmente un "no-ego". No es sólo auto-desarrollo, auto-organización, sino también auto-entrega. Su utilidad para nosotros es un efecto secundario. Del mismo modo que sería ilusorio pensar que la ruleta está allí para que nosotros ganemos, también lo sería El juego de los abalorios llamado Internet si lo percibiésemos principalmente en términos de "beneficio para la Humanidad". Los jugadores son necesarios para que pueda haber un juego en el primer lugar; pero no se juega por ellos: se juega porque "el juego debe continuar".


He dicho, "El sentido de la frase ‘el significado de la vida’ se ha evaporado". Tenemos que conectar esta idea con la afirmación, "El juego (de los abalorios) debe continuar". En este juego, no hay más una perla de gran valor, ni tampoco de forma monoteísta la perla Única en representación del reino de los cielos, ni hay perlas de forma politeísta, cada una y todas ellas preciosas. No, en Internet, ya no cuentan las perlas, sólo cuenta el "juego" que juega con ellas: su movimiento como tal (no de qué sea movimiento), el flujo, el intercambio instantáneo y el transporte (de información) como tal, la comunicación en sí misma. La consciencia se ha movido desde el nivel de la semántica (las "perlas", los artículos, contenidos, sustancias) al nivel de la sintaxis (forma lógica y movimiento lógico como tal).


Así, Internet debe ser comprendido como la representación objetivada, concretamente visible de la vida lógica del alma, y del alma como vida lógica. Anteriormente, la realidad psíquica casi siempre había sido imaginada en términos de contenidos, seres, sustancias (dioses, demonios, espíritus, imágenes de objetos como la Perla, la Piedra, el Grial, la Ciudad Celestial, etc.). La consciencia era consciencia imaginal, adecuadamente expresándose a sí misma en imágenes concretas. Internet es un testimonio del hecho de que hoy la consciencia (colectiva) ha avanzado a una constitución donde "la realidad psíquica" no debe ser imaginada, sino más bien comprendida como el movimiento lógico per se, no el movimiento de algo. Ahora con Internet y la World Wide Web la fantasía alquímica del Mercurius en tanto mercurio, fluido, evasivo y auto-contradictorio, por fin ha encontrado una representación concreta y realización en la realidad empírica. Para los alquimistas, Mercurius sólo era una visión lejana, una anticipación, un sueño del cual, por lo tanto, sólo podían hablar oscuramente. Para nosotros este sueño se ha vuelto una realidad objetiva visible (invisiblemente) "allá afuera": una realidad en la cual la consciencia puede (y poco a poco se verá obligada a) conocerse a sí misma, es decir, puede aprender cuál es el estatus o constitución que hace tiempo ha alcanzado: el estatus de consciencia mercurial o lógica (en lugar de consciencia imaginal), una consciencia de "sintaxis" o forma lógica. Una consciencia que se da cuenta de esta nueva constitución lógica y que está en sintonía con ella, no insiste en los contenidos, no sostiene creencias, no anhela una profundidad de significado—sino que "navega". "Navegar" es el equivalente "subjetivo" del estatus "objetivo" de forma lógica o movimiento.


En tanto movimiento de salto al azar de un sitio al siguiente y a otro y a otro y así sucesivamente, la navegación por Internet también es la perfecta manifestación simbólica en la realidad de la nueva lógica del supplément  y de la différence (Derrida y, por ende, de la obsolescencia de la lógica de la identidad y del centro (11) que fue el sine qua non de nociones tradicionales tales como personalidad, individuo, Sí-Mismo, verdad, significado (de la vida).

La conmoción y el ¡Ahora!


Navegar va de la mano de la conmoción. La conmoción es ese estado en el que el individuo está absolutamente en el Ahora. Aquí tenemos que volver a lo dicho anteriormente acerca de la indispensable estimulación, que hay hoy, de las emociones y de la importancia de la impresión que causa sobre la gente algo sensual en contra de qué es lo que hace la impresión. Para ser más exactos, tenemos que recordar que lo que realmente cuenta es la intensidad o la conmoción de la impresión. ¿Cuál es la importancia de la intensidad de la impresión? La intensidad afectiva pura crea un ¡Aquí! ¡Ahora! ¡Esto! y ¡Yo! y, en última instancia, es acerca de esto sobre lo que parece versar todo el esfuerzo en la cultura actual. La inmediatez absoluta es la meta. "Happenings", nuevos reportajes instantáneos, retransmisiones en directo en la televisión y el frenesí de los festivales de música masivos, eventos multimedia, una psicoterapia que cultiva la propia emocionalidad y la espontaneidad de los propios afectos, "¡lo sublime es ahora!", grandes eventos deportivos, drogas productoras de "éxtasis"—en cierto modo, parece que la consciencia de hoy ha regresado al estatus muy inicial de la "certeza sensible" de la Fenomenología del Espíritu de Hegel.


Emerge la pregunta de cómo ha de entenderse esta reducción total (o intento de reducción) de la realidad al vacío absoluto de un ¡Ahora! abstracto y el despojo de la experiencia de todo contenido sustancial, de cualquier profundidad y validez permanente, en favor de la intensidad abstracta (de impresiones). ¿Es sólo para la producción de conmoción, de diversión ("Spaßgesellschaft" ["sociedad de la diversión"])? No. La excitación es un producto derivado y al mismo tiempo un medio para un fin importante. En un estado de conmoción una persona es completamente absorbida en el ¡Ahora!, y conversamente, el ¡Ahora! existe sólo en virtud de que una persona (una consciencia) haya sido completamente absorbida por la intensidad abstracta de una emoción. La racionalmente increíble fascinación que los videojuegos—a pesar de su cualidad de matar sin sentido el tiempo—tienen hoy para millones de personas proviene precisamente del hecho de que, independientemente de su posible sofisticación y aparentes tramas míticas, son intrínsecamente inútiles, nada más que "asesinos del tiempo" y cautivan absolutamente a la consciencia para nada (nada más que para el ¡Ahora! de la intensidad de la tensión). Todos los demás contenidos de la consciencia, de hecho, todos los contenidos, son eliminados. La consciencia se vuelve inconsciente del mundo. Toda la atención está en la extrema tensión del juego, en la excitación de los nervios.


Los jugadores de videojuegos probablemente piensan que su fascinación es propia. No se dan cuenta que son víctimas y verdugos inconscientes de una fuerza más grande que ellos, que al estar fascinados sólo cumplen las órdenes de lo que hoy necesita y demanda la lógica del "alma" o el "lugar histórico" en el que estamos.


Por lo tanto, permanece la pregunta acerca de qué trata la reducción total de la riqueza de los fenómenos importantes al vacío del ¡Ahora!. Nuestra impresión podría ser que la "regresión" extrema a la "excitación fisiológica de los nervios", así como el correspondiente vaciamiento de todos los valores tradicionales, contenidos culturales y de significado religioso o metafísico deben ser interpretados en términos de decadencia cultural. Podríamos pensar que trata de una negación simple, destructividad pura, nada más que el camino hacia el ateísmo, el nihilismo, el cinismo, el sensualismo y el sensacionalismo—y por lo tanto la celebración de lo que la Biblia llama "la carne", después de siglos o milenios en los que la humanidad ha tratado de elevarse por encima de lo sensual. No debemos sucumbir a esta impresión externa. Lo contrario es cierto. Lo que parece ser en última instancia una reducción atávica a nada más que un estado fisiológico es en realidad un paso más en el opus alquímico del "alma", un paso de una sublimación, evaporación, abstracción intensas y por lo tanto una continuación del esfuerzo hacia la realización de un mayor intelecto o espíritu.


Sostengo que el esfuerzo concertado para producir constantemente la mayor intensidad de impresión posible es un intento de la realización intramundana de "lo transmundano" o de "la trascendencia", un intento de representar la atemporalidad o "eternidad" en las condiciones de la realidad empírica, un intento de la superación lógica de "la carne" en el medio de "la carne" y mientras se está en "la carne"—en favor de una presencia del espíritu. Por paradójico que pueda parecer, la lógica de esta superación de lo sensual puede llegar a ser real sólo en la sensualidad absoluta de un ¡Ahora! ¿Cómo podría "este mundo" superarse dentro de "este mundo" y con los medios de "este mundo" sino por una reducción hasta el punto cero del "mundo" (la riqueza de los fenómenos preñados de significado, la plenitud de las imágenes y los contenidos de la consciencia) y del flujo del tiempo (la abundancia de momentos concretos siempre nuevos)? La sustancia noética de la experiencia tiene que ser quemada y esfumada en el punto cero que equivale a la reducción de la "fisiología". Es de esto de lo que realmente trata la fijación de la intensidad de los estados afectivos o la producción del ¡Ahora!


También es de esto de lo que trata el fenómeno gigantesco de la publicidad. Las empresas pueden pensar que la publicidad tiene el propósito de ganar nuevos clientes y aumentar las ganancias. Pero este es sólo el propósito subjetivo (ego). La finalidad objetiva y en última instancia religiosa, es la realización cada vez más perfecta, cada vez más sofisticada y siempre nueva, de la vacuidad del ¡Ahora! La industria publicitaria es una máquina para elevar constantemente el nivel de intensidad y refinamiento en el estilo de cómo la gente es bombardeada con publicidad. Esta es la razón por la que miles de millones de dólares tienen que ser gastados y el ingenio de las mentes más talentosas tiene que ser aprovechado para llamar la atención de las personas usando todo tipo de trucos y sorpresas impactantes y apelando a los instintos más bajos, aprovechando para ese fin ideas tradicionales, imágenes, contenidos culturales y valores como combustible. El ¡Ahora! de la emocionalidad absolutamente amplificada es el punto cero de la riqueza fenoménica del mundo, la negación de la plenitud del tiempo, el espacio en blanco de lo temporal en medio del tiempo. Como tal, es la simulación empírica de la "nunc stans" de la filosofía escolástica. El ¡Ahora! es la kenôsis (vaciamiento) consumada. En el cero y en virtud de su cero-idad (ahor-idad), el sujeto moderno experimenta su conmoción como la forma moderna de felicidad. (12) ¿Por qué? Porque aquí, en la "nadidad" de los contenidos noéticos de la consciencia en favor de la atención pura, el "reino de los cielos" se ha vuelto real para "el alma", la encarnación ha sido traducida exitosamente en una realidad técnica. Pero a la inversa, es la conmoción en la cual, y en virtud de la cual, sólo el ¡Ahora! se vuelve real. Por esta razón es de suma importancia la intensidad de las impresiones y por ello hay una necesidad insaciable de sensaciones, noticias emocionales, nuevos acontecimientos, nuevos éxitos, nuevos thrillers, etc. como la creciente cantidad de combustible para la producción de conmoción.


El hombre medieval había intentado dejar literalmente el mundo dentro del mundo (monasterios, ermitas) y superar literalmente la carne en la carne (a través de la ascesis severa, atormentando a la carne). La kénôsis fue actuada en el comportamiento humano empírico. Fue sólo la primera inmediación de esta superación; la ingenuidad de este literalismo ha tomado distancia de nosotros; la historia de la consciencia irrevocablemente nos catapultó a un nivel más complejo de reflexión. Hoy ya no es posible trabajar en este objetivo en el nivel de la propia conducta subjetiva (estilo de vida piadoso; sometimiento de la carne) y en la interioridad de la propia actitud personal (arrepentimiento, conversión, fe, confirmación). Como hemos visto, el individuo está sublado, es meramente la simulación de lo individual. Pero es sólo la primer inmediatez de este proyecto que ha sido estropeado por nosotros; el proyecto en sí se mantiene y nos sostiene en sus garras más que nunca. La única diferencia es que hoy el opus se ha vuelto estructural y lógico: ha sido arrebatado de las manos de los individuos y se realiza en la constitución lógica objetiva del ser-en-el-mundo del hombre como un todo y como la transmutación fundamental de esta constitución.


Si el destino no quiso que la kénôsis fuera actuada en el nivel del comportamiento, sino que tenía que ser la negación lógica de todo lo mundano, todo lo nocional o noético, no podía consistir en la eliminación literal de un tipo de contenidos o eventos para privilegiar otros. Más bien, tuvo que volverse en contra, incluso aniquilar, todos los contenidos y eventos, pero sólo estructural o lógicamente, privándolos de su profundidad y significado "naturalmente" dados, de su sustancialidad y validez nocional intrínsecos, mientras que en el comportamiento y con respecto a su existencia literal precisamente los retiene. En efecto, a diferencia de todos los períodos anteriores de la historia, la consciencia ahora, después de su sublación lógica, se abrió y se volvió indiferente a todos los contenidos. Internet es la representación objetiva de esta apertura indiscriminada, absolutamente tolerante.


Notas

1 OC 9/1 § 400, mi traducción.

2 Cf. los escritos de Claus-Artur Scheier; por ejemplo, su Nietzsches Labyrinth: Das ursprüngliche Denken and die Seele (Freiburg and Munchen: Alber, 1985), pp. 30-66.

3 Cf. Karl Marx, Das Kapital. Vol. I, MEW, vol. 23 (Berlín, 1969), p. 398.

4 C.G. Jung, Zaratustra de Nietzsche, ed. James L. Jarrett, vol. 2 (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1988), p. 869. Esta declaración se remonta a febrero de 1936.

5 Friedrich W. J. Schelling, Darstellung meines Systems der Philosophie (1801).

6 Sin embargo, porque esta sustancia es vista reductivamente sólo como combustible, la sustancia misma (como lo que es en sí misma) no se toca, al igual que en el caso del individuo, la individualidad en sí misma no es consumida por haber sido trasladada a la presentación exterior.

7 Friedrich Nietzsche, "Wie die ‘wahre Welt’ endlich zur Fabel wurde: Geschichte eines Irrtums", a breve sección de su Gotzen-Dammering (Crepúsculo de los ídolos), en Werke in drei Bänden, ed. Karl Shlechta (München: Hanser, 1960), p. 963, mi traducción.

8 No estoy hablando aquí de una utilización externa de la imagen (por parte de la gente, del ego, para sus propios fines subjetivos), sino de una utilización objetiva inherente a la estructura lógica de la propia imagen.


9 Al igual que antes, estoy hablando en un nivel psicológico, no en un nivel de comportamiento empírico. El fin del mito y la religión y la metafísica significa que han perdido su validez y convicción para "el alma" que, por supuesto, no impide que muchas personas (egos) sigan las prácticas religiosas tradicionales o incluso inventen nuevas religiones o corran detrás de alguna especie de "significado de la vida". Es un fenómeno frecuente que el ego ignore el estado del alma o incluso deliberadamente, en contra de su mejor intuición, insista en realizar sus propios deseos y engaños en alguna especie de creencia (fundamentalismo, fanatismo, consumismo intelectual, emocionalismo, auto-intoxicación y auto-embrutecimiento por medio de [literal o figurativamente] "drogas", etc. En todos estos casos la propia creencia está en el estatus de la superstición).

10 A menos, claro está, que "Magister Ludi" simplemente signifique "navegador experto", en lugar de la mente maestra de Internet.

11 Esta lógica sería más adecuadamente descrita como la lógica de la cópula.


12 La conmoción es la forma en la cual el ego es cautivado en el ¡Ahora! y para el ¡Ahora! Pero el sujeto real del modo moderno de felicidad no es el ego. Es la psique objetiva, "el alma", "el Sí-Mismo". Por lo tanto no toda conmoción es un estado emocional subjetivo, conscientemente sentido por el ego. Es posible, también, que sobre el nivel del ego un videojuego o navegar por Internet se lleve a cabo muy rutinariamente, con total naturalidad, al igual que los rituales antiguos, mientras que en el fondo, lejos del sentir del ego, "el alma" experimenta su más alta realización.