lunes, 9 de diciembre de 2013

No "experiencia inmediata", ¡inmediación mediada!"

Fragmento de ¿Qué es el Alma? (Spring Journal Books, New Orleans, Lousiana).

Por Wolfgang Giegerich, 2012.


Traducción de L. Árvarez, transcripción de S. Ferré, revisión de Helena HD


El imaginario de la alquimia es un ejemplo de lo crudo, pero también nos ayuda a ver que tenía razón al poner el atributo “inmediato” entre comillas, cuando he llamado inmediato a las manifestaciones espontáneas o eruptivas del alma. Como siempre, la espontaneidad de lo que experimentaban los alquimistas, también, no puede tomarse tal como se presenta y creerse. La inmediatez y la espontaneidad son ciertamente parte de la fenomenología superficial de esas experiencias. Psíquicamente son normalmente inmediatas y espontáneas, es decir, para el yo que las experimenta. Pero estas experiencias que superficialmente parecen inmediatas están en ellas mismas de acuerdo con la larga tradición de la imaginería alquímica y sus concepciones, en otras palabras, ya están siempre moldeadas por ello. Psicológicamente, es decir, para el alma, no son por tanto de ninguna manera “inmediatas”, sino inconscientemente mediadas o subterráneamente informadas por la tradición en la que los alquimistas vivieron. El alma es (activamente) hecha, producida, no meramente (pasivamente) experimentada en el sentido estricto de ser “simplemente hallada” o de “ocurrir de repente a la consciencia”.

Asumo que lo mismo se puede aplicar a las experiencias visionarias de los iniciados en los rituales de iniciación arcaicos. Aunque a primera vista eran espontáneas, estaban de todas maneras actuadas por todas las imágenes mitológicas y concepciones prevalecientes en la cultura respectiva de los propios iniciados. Y las mentes de esos iniciados habían sido, al menos en el nivel consciente implícito, realmente preparadas para sus experiencias de iniciación a través de todos los cuentos que habían oído y los rituales de los que habían sido testigos durante su infancia y juventud. Especialmente los cuentos de hadas, como cuentos de actuación ejemplar de estos procesos de iniciación (Heino Gehrts), presentaban en la mente del joven no iniciado numerosos modelos de la manera apropiada de cómo atravesar la experiencia iniciatoria que más tarde ellos mismos tendrían que sufrir de un u otro modo. Sus experiencias, de esta manera, no eran de ninguna manera una erupción, una manifestación inmediata de “lo inconsciente” como naturaleza pura, no adulterada, a la manera en que a Jung le gustaba pensar el “Urerfahrung” (la experiencia primordial). Más bien, lo que subjetivamente era “espontáneamente” experimentado ya había pasado a través del conocimiento cultural de la tribu, había sido previamente procesado por éste, y era sólo inconscientemente reproducido y reproducido por el alma individual como su propia experiencia privada y dentro de sus medios limitados y crudos. Ya hemos hablado del proceso exactamente análogo en el propio Jung que se mostró a sí mismo como mutatis mutandis (ch. 2.1.7; también 2.2.4) aquí de nuevo tenemos que enfatizar que el alma es hecha, y es un hacer de lo que entonces (posiblemente) arroja sobre sí misma como una aparente experiencia virginal y sorprendente: el alma es urobórica, y experimenta inocentemente sólo lo que ella misma ha producido ingeniosamente.

El hundimiento de la herencia cultural consciente en la “mina nocturna o pozo en el cual se alberga un mundo de multitud de imágenes y representaciones, aún sin ser conscientes” (Hegel, Enciclopedia, 453, traducción de William Wallace) por un lado y las limitaciones (falta de genio) de los individuos ordinarios por el otro es lo que necesariamente hace ser cruda y fragmentaria a su reaparición contingente desde este pozo oscuro e inconsciente, muy inferior a los grandes productos culturales.

Además de la alquimia y las experiencias arcaicas de iniciación, también debemos decir incluso acerca de los sueños modernos (por ejemplo en el análisis) que no son “inmediatos” en el sentido de  que vengan directamente desde afuera del “inconsciente” como naturaleza inalterada, en la manera en que Jung lo veía: “El sueño es una ocurrencia natural,… …  un producto natural” (Obras Completas 11 ∫ 41). “El arquetipo es puro, naturaleza sin vicio...” (CW 8 ∫ 412). “El inconsciente es un proceso natural puro...” (CW7 ∫ 386, Traducción modificada.). El sueño es “un producto espontáneo del inconsciente”, los sueños son “producciones directas del inconsciente” (Kindertraumseminar p.19 f., traducción de Giegerich). No es tan simple como esto. Sobre la base de su propia experiencia, Jung mismo tuvo que admitir que “tan pronto como algunos pacientes vienen a mí por un tratamiento, el tipo de sueño cambia”. Y en respuesta a esta experiencia se le ocurrió la conclusión general de que, “en el sentido más profundo nosotros no soñamos desde nosotros mismos sino a partir de lo que queda entre nosotros y lo otro” (Cartas 1, p. 172, a James Kirsch, 29 sep. 1934). Esta afirmación (bastante aislada) de Jung apunta a una realidad muy diferente. No a la pura naturaleza, no a la producción directa del “inconsciente”.

A propósito de esta última cita de Jung, recuerdo que poco después de que empezase a entrenarme como psicoterapeuta junguiano tuve una conversación con un auditor de algunos de nuestros cursos, mayor que yo, que se había sometido a análisis en distintas ciudades con distintos analistas de diferentes escuelas. Me dijo para mi sorpresa que cuando había cambiado a un analista junguiano en particular (uno que justo acababa de escribir un libro sobre sueños como fuente de experiencia religiosa), de repente empezó a tener numerosos sueños de mandalas que nunca había tenido antes, ni antes ni después de su trabajo analítico con este analista. Esto es un ejemplo drástico de lo que Jung había afirmado: “el tipo de sueño cambia”. Esos sueños suyos no venían de fuera de “fuera de sí mismo sino desde lo que quedaba entre él y su analista”.

En este caso particular, puede incluso cuestionarse si los sueños de mandalas que este hombre tenía eran de hecho soñados “a partir de lo que quedaba entre él y lo otro”. Porque no es del todo inconcebible que no fueran realmente sus propios sueños en absoluto. A lo mejor lo que soñaba eran realmente los sueños “del Otro”, los “sueños” del analista. Muchos pacientes son extremadamente receptivos e impresionables. Siendo ellos mismos psicológicamente, relativamente, vacíos y poco definidos, su psique anhela o necesita aferrarse a convicciones fuertes que nota en los otros, en los que el contenido de estas convicciones y si son o no verdad es más o menos irrelevante. Lo único que cuenta es el sentimiento de fuerza de la convicción de la otra persona y el áurea de carisma de la otra personalidad (especialmente si la otra persona es su analista, o, en otros casos, su gurú). Jung dijo (en el mismo lugar), “La mente femenina es la tierra que espera la semilla”, quiere ser fecundada espiritualmente. Aquí sería un grave error si entendiésemos “mente femenina” (Jung dijo “weibliche Geist”) como posiblemente Jung quiso decirlo, es decir como Geist (mente) de la mujer, en este caso del paciente femenino analizado por su correspondiente analista; la “mente femenina” como en sí misma una mente vacía esperando a la semilla debe ser entendida como un concepto psicológico (más que un concepto biológico, o, como ahora dicen, “género”). Como tal puede ocurrir por supuesto en personas de distintos sexos.

Pero otro apunte en el mismo sentido, lo que es anhelado por la “mente femenina” que espera la semilla, tampoco es realmente una semilla. Una semilla implicaría simplemente tener que quedarse embarazada con ella durante un período largo de gestación y finalmente dar a luz algo nuevo. Sólo los grandes pensadores, poetas, artistas, sólo personas profundamente, existencialmente, preocupadas y centradas en la verdad  de la era (o en aspectos de la vida), tienen tal mente femenina que es capaz de concebir los (entonces substanciales) impulsos como semillas de otros y llevarlos hasta su término dentro de ellos mismos como homines toti (es decir, con la inclusión de sus poderes artísticos y pensantes conscientes), con el resultado de que producen una gran obra. El fenómeno que nos importa aquí en el caso de los pacientes que sueñan no su sueño sino el del analista, es muy diferente. Es el fenómeno de un anhelar volverse meramente el espejo de la convicción interior del analista o el gurú y llevar a cabo el mandato del alma del otro. La psique de tales pacientes produce inconscientemente -aparentemente como los “hechos de facto” de su verdadera naturaleza, como su propia “auto-experiencia” y parte de su “auto-actualización”!- la confirmación de que, también inconscientemente, se intuyen como siendo de alguna manera la teoría psicológica del analista carismático, sus creencias predilectas. Participación mística (120).

La verdad y la lucha profunda e interior de lo consciente y lo inconsciente con las ideas, como en el caso de las grandes mentes, no es aquí un tema. La propia consciencia de esos pacientes, su verdadera propia participación se excluye, probablemente porque no hay nada en las mentes vacías que pueda activa y productivamente participar. Por lo tanto cualquier teoría psicológica puede valer. Shamdasani tenía razón cuando hablaba, en el nivel muy general de la cultura del siglo XX, de “la maleabilidad de los individuos [Aquí añadiría: modernos], que han estado dispuestos a aceptar conceptos psicológicos a través de los cuales ver sus vidas”, (121) todo tipo de conceptos. Tenía razón al concebir las “psicologías como formaciones sociales” (122) (en contraste con: conocimiento científico) y su concepción de “realidad psíquica” como lo “real fabricado”, en extensión a la observación de William James de que “la 'propiedad' más remarcable” del estado de trance “era su capacidad de presentarse él mismo de acuerdo con cualquier tipo de teoría que uno sostuviese acerca de esto”. (123) Pero sea como sea, el hecho de que el tipo de sueños pueda cambiar dependiendo de con quién uno esté trabajando, o (fuera de la terapia) con quién uno se está relacionando, muestra que al menos en tales casos los sueños de uno son decididamente mediados.

Como un aparte, podríamos en este contexto también preguntarnos si los pacientes favoritos de Jung, cuyas visiones, sueños, o pinturas “desde el inconsciente” incorporó y discutió en los seminarios y obras publicadas como documentación de lo que pretendidamente venía directamente “del inconsciente”, no eran acaso en verdad el soñar “sueños” de Jung, su tener “visiones” de Jung, su pintar pensamientos de Jung, más que el soñar sus propios sueños como parte de su proceso de individuación. “¡La mente femenina es la tierra que espera la semilla!” Oímos en otra parte, “Hay mujeres que no están hechas para soportar criaturas físicas, pero son las que dan el renacimiento de un hombre, lo cual es una función altamente importante” (Cartas 2, p. 455, a Carol Jeffrey, 18 de junio del 1954). Esta afirmación tampoco tiene que estar literalmente restringida a mujeres literales (aunque hay bastantes ejemplos históricos de este fenómeno con mujeres), sino que debe ser más bien tomada como una afirmación psicológica acerca del weibliche Geist en la psique, o sea, en cualquiera de los dos sexos. Tal vez lo que alguno de los pacientes de Jung estaban haciendo era “volver a dar a luz” a “Jung” -donde está Jung entrecomillado debe ser entendido no Jung como el hombre o la personalidad sino como el autor de su psicología, debe ser entendido por  aquello por lo que Jung se posicionó intelectualmente (“renacimiento en un sentido espiritual”). (124)

Lo que se experimenta en el análisis no es de ningún modo evidencia de imágenes en “el inconsciente” como una naturaleza no adulterada. Y ahora que el Libro Rojo de Jung está públicamente disponible, podemos incluso ver que todos esos sueños seminales y visiones que el mismo Jung tuvo durante sus años esenciales después de la separación de Freud no eran productos espontáneos del “inconsciente” que aparecían en él siendo un puro observador o recipiente, sino más bien reproducciones (inconscientes y por lo tanto “crudas”) (regurgitaciones) de material proveniente de sus bastas lecturas y de su aprender acerca de mitos y símbolos -reproducciones, por supuesto, que estaban adaptadas, seleccionadas, y requeridas por las necesidades especulativas personales que Jung tenía como homo totus.

La crudeza de estas experiencias personales resulta del hecho de que están vacías de cualquier participación real de la consciencia y su procesamiento, fructífero, artístico y refinador. Como dijo Jung, ¡cuando haces imaginación activa tienes que “apagar” la consciencia (125)! Lo que uno entonces produce (no desde el “inconsciente” sino inconscientemente) tiene naturalmente la forma primitiva de productos descuidados, garabatos desordenados, contingentes, productos parciales.

Cuando Jung, sin embargo, afirmó acerca de él mismo que “Mi problema es luchar con el gran monstruo del pasado histórico, la gran serpiente de los siglos, el peso de la mente humana, el problema de la Cristiandad. … Otra gente no se preocupa de tales problemas, no se preocupa acerca del peso histórico que la Cristiandad nos ha echado encima. Pero hay gente que está preocupada por la gran batalla entre el presente, el pasado y el futuro” (Obras Completas 18 § 279), nos reveló dos cosas a nosotros. Primero, que él era una de las grandes mentes cuya distinción he descrito antes, y segundo que contrariamente a lo que solía ser su auto-presentación, sus obras no venían directamente de “el inconsciente” como una naturaleza pura, sino que estaban fundamentalmente mediadas por el pasado histórico como su estar “preocupado por tales problemas”, es decir, siendo alcanzado en la profundidad de su psique y desafiado fundamentalmente por ellas. Sus obras son los resultados de su lucha con la gran serpiente de los siglos más que lo que la naturaleza, o Dios, o el inconsciente le mandó como sus revelaciones.

No es verdad que, como Jung dijo con respecto al material registrado en su Libro Rojo, “Todos mis trabajos, toda mi actividad creativa, ha venido desde esas fantasías iniciales y sueños...” (Recuerdos, Sueños y Pensamientos, p. 192), sino precisamente al contrario: incluso esas fantasías iniciales y sueños eran el resultado de su estar  “preocupado por tales problemas”. Son parte de su (del hombre total) respuesta al locus histórico.


Notas:

120) Este tema tiene un rol decisivo en el estudio de Greg Mogenson, “La paloma en la sala de consulta. La histeria y el ánima en Bollas y Jung”, Hove y New York (Brunner-Routlefge) 2003

121) Sonu Shamdasani, Jung and the Making of Modern Psychology. The Dream of a Science - Jung y la construcción de la psicología moderna. El sueño de la ciencia- (prensa de la universidad de Cambridge)

122) De la misma obra, p. 9

123) De la misma obra, p. 11. En este contexto podríamos recordar también la descripción de Jung de la cura “milagrosa” a través de la hipnosis que él hizo a una mujer con una pierna paralizada. (Recuerdos, sueños y pensamientos p. 118f.).

124) Ver el artículo de Greg Mogenson, “La paloma en la sala de consulta”, op. cit. Especialmente el capítulo 10.

125) Cartas 1, p. 83, a Keyserling, 23 de abril del 1931.

126) Uno no debe sucumbir a la falacia de sucumbir al hecho de que las fantasías y sueños primerizos de Jung fueran producciones inconscientes (en el caso de los sueños) y producciones semi-inconscientes (en el caso de sus imaginaciones activas) con la idea de que eran productos de o por “el inconsciente”. Eran, por supuesto, productos de la mente pensante como la cual la persona, el hombre completo, C.G. Jung, existió.